viernes, 1 de octubre de 2010

LOS DOS HUERFANITOS

Eranse una vez dos huerfanitos -niño y niña que tenian como unico compañero a su perro. Cuando llego la Navidad, los hermanitos y el perro se dirigieron a una lujosa mansion con la esperanza de recibir alguna limosna.
En el camino se les unio un niño de otro pueblo, pequeño y debil, con quien continuaron el recorrido. Llegaron a la gran casona y por sus ventanas pudieron admirar el árbol de Navidad cargado de juguetes, frutas azucaradas y chocolates. Como la puerta de la mansión estaba abierta. Ingresaron a la sala donde se celebraba la Noche buena. Al comienzo, nadie reparó en la presencia de aquellas andrajosas criaturas, cuyos ojos se llenaban de asombro ante tanta maravilla.
-Si no tan solo un pan y un juguetito... Suspiro el mayor de los hermanitos. En ese momento apareció el dueño de la casa y, al advertir la presencia de los niños, exclamo furioso: -¿De donde han salido estos pillelos? ¡ Fuera de aqui!
Pero la esposa mujer de buen corazon, le hizo ver que era Navidad y que quiza esos niños eran desvalidos y estaban hambrientos, por lo que ordeno les dieran ropa y comida.
-Muchas gracias- dijo el niño forastero-, pero nos gustaria también un juguetito del árbol.
-¡Los juguetes son para nosotros!
-protestaron los hijos del matrimonio.
Fue entonces que el jefe del hogar ordenó a sus criados que echasen a los intrusos.
Los pobres niños desilusionados y llorando, salieron de la mansión y recibieron afuera las muestras de alegría del perrito con sus ladridos y saltos alborozados.
Guiados y alentados por el chiquillo forastero, los niños prosiguieron su marcha y llegaron a la orilla de un lago bordeado de abetos. Se sentaron allí a contemplar los reflejos de la luna en el agua.
La niña suspiro y dijo: -¡ Como pudieramos ver al Niño Jesús...!
-Tu deseo esta satisfecho -dijo el niño forastero poniendose de pie e irradiando luz de su cuerpo. Deslumbrados, los niños se quedaron profundamente dormidos.
Al despertar, se encontraron en en el cielo, donde fueron colmados de felicidad y pudieron abrazar con ternura a sus padres que los contemplaban sonrrientes. Y fueron felices por toda la eternidad.

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